3 nov 2009

Palabras, cuentos y personajes de México

Palabras.

Una ducha para quitarse el calor, un día de playa en el trópico, un paraje inquietante, una temperatura asfixiante, un pedo al ras del ventilador, un país de infarto por descubrir, una carretera para avanzar con un fin. El tiempo parado hoy, un pasado de amistad con un hombre audaz, familiar, noble, honesto y leal. El pueblo coloreado nos hizo pensar, atar y estrechar al amigo nuevo, desde lo más alto, con el Pipila al costado y el viento azotando las palabras de los borrachos.

Un hijo posible o imposible, una pelea de gallos españoles y mexicanos. Cambio de rumbo, de orientación. Dejamos la 200, la carretera de la costa para coger camino al interior. Kilómetros y horas de líneas perfectas con un mar verde. Aquí la modelo y la pacífico no se calientan con el ambiente. El W.C al lado de la barra, salpican las gotas. El tequila calienta la garganta. Miles de tacos se adentran en nuestros estómagos; asada, pastor, adobada, buenísimo.

El tiempo no da tregua al viaje. La gasolina barata da fuerza al motor del Chevy para atravesar el altiplano mexicano. Morelia, Guanajuato, Paztcuaro, volcanes, picos, bosques, campos…

Un mural en la pared del hotel me recuerda un ciudad tranquila, hecha para que el corazón se abarrote de colores, para que tu enamorada te de un beso gracioso en un callejón con pasado. Allí, en esa ciudad con sangrienta historia unos mariachis cantan temas escuchados, la bandera de la nación sobrevuela y esparce sus cenizas con un único pecado y un único dón.
Indígenas con pies descalzos y criollos encapuchados con artificios del liberalismo, cubatas, relojes-pizzas, móviles y maquillaje se mezclan en las plazas, calles y andadores, compasivos unos y campesinos otros.

Los mineros vivían aquí, dejo de utilizarse el carbón y sus túneles aún se mantienen. Me imagino un aguacero rápido, miles de litros de agua semi compacta estrellándose en el cristal del coche, pisamos freno girando a la derecha directos a la cuneta. Mientras, los rallos cruzan la bóveda del cielo y Café Tacuva no deja escuchar el trueno.

Creamos con la ayuda de nuestras extremidades, pero desde algún lugar de nuestro cerebro, ya sea por vivencias, creencias, visiones o alucinaciones, lo desarrollamos, y entre toda la maraña confusa, las ideas salen y deslumbran. Los materiales que propone la tierra son suficientes, aquí he visto madera, hierro, plata, telas, flores, piedra… Solo hace falta que nosotros los tratemos y creemos.

Con la palma abierta hacia la cara y levantando el brazo es como se expresan para dar las gracias o para dejarte paso al cruzar la calle, por supuesto, después de eso, una sonrisa continua y sus ojos brillan a la par con los tuyos. En los pueblos mancomunados regalan la visita al médico, los peinados para la niña y el corte de cabello. Son mancomunidades dedicadas a la agricultura, ganadería y artesanía. El último pueblo del valle acaba en las mas antiguas balsas de agua subterránea, aparece a la orilla del precipicio y desaparece también por el. Lleva tantos años manando junto con el sulfato que han creado una capa y otra hasta convertirse en piedra blanca agrietada. La visión global es una cascada de piedra o el agua congelada en un tiempo milenario.
Me sentí en el pueblo, olor a humo, aire limpio y fresco, la mirada en las montañas que también son mías, el recuerdo perdido de años atrás.

Los días amanecen nublados, el desayuno nos lo tomamos entre la vegetación del patio interior, todas las viviendas lo tienen, son de un solo piso, la luz entra. Se sabe que los españoles vivieron aquí, son construcciones castellanas, manzanas y manzanas perfectamente ordenadas. En algún momento llegas a la plaza de armas con la catedral a un lado, el ayuntamiento a otro y el jardín en el centro. Así son las ciudades y los pueblos. Si te alejas del centro urbano encuentras los libramientos o circunvalaciones y mucho mas caos.

Los días continúan mojados, con un ligero aire fresco, paseamos, visitamos pueblos, cascadas, lagunas y casi Guatemala. Los únicos sabedores del volumen de agua que cae en estas tierras de trigo y maíz son los pies babosos, ellos aguantan como nada los trotes, tropiezos y deslizamientos. Ellos pisaron tierra del mar los primeros días de viaje, apretaron el acelerador para que viéramos las hermosas calas tropicales del Pacífico, decidieron perderse por el casco antiguo de Morelia, antigua Valladolid. Tocaron madera y tierra para la ascensión a las cataratas del Chiflón, aguantaron allí, otra vez, la lluvia para que de nuevo nuestros sentidos percibieran el coraje y la fuerza de la naturaleza.

Lo que tocamos al viajar son opiniones, tradiciones, culturas, son formas de actuar, comportamientos, tratamientos, es biodiversidad, es historia, es humanidad. Al lanzarnos a la aventura existen muchos mas pros que contras, debemos dejar atrás la comodidad de nuestros hogares, los sentimientos de miedo.

Nos bañamos en las profundidades de la tierra, en un agua clara, limpia salida de manantiales. Un agujero que mira al cielo da luz natural a esa formación. Se llama cenote, parece ser que en una época prehistórica cayeron aquí meteoritos rompiendo la superficie de la tierra y descubriendo la belleza del interior de nuestro mundo, esta barbaridad natural es impredecible en sus corrientes internas, cientos de canales hacen que los cenotes estén comunicados entre si. Bañarse da una sensación de bienestar por horas y lo deseas para siempre.

Todo visto, volvemos. Últimos cuatro días relajados en un hotel de infarto en Tulum. Agua de mar, de alberca y de manantial tocaron nuestros pies. No solo ellas nos los tocaron, mosquitos asesinos nos masacraron entrando en las ciénagas. El agua del manantial del inframundo es fresca, cristalina y pura, la sensación de bienestar y de calma es inigualable. Es el inframundo porque es el paso o la puerta a la que los Mayas se referían para entrar en la tierra madre. Si te pones las gafas de buceo y fumas un poco de hierba igual te lo crees.



Personajes.


Profesor de Mérida, de nombre Francisco. Sentados en la plaza de armas nos pidió un cigarro hablando en inglés. Le dijimos que éramos españoles y nos dio un abrazo. Es alto de unos cincuenta años, un buen frontal, moreno de piel y rellenito. A él no le pican los mosquitos porque es homosexual.

Nos introduce a la política mexicana, nos habla de sus aventuras en el D.F en pos de la lucha por las pasadas elecciones corruptas e ilegales, dos meses de manifestaciones en la plaza central dieron como resultado el doble recuento de los votos.
“lanzarnos una balsa” – gritaba Francisco.
No dormían ni comían, solo los alimentos que le ofrecía la gente le daba energía para seguir peleándose contra Bush, él quiso que ganara Calderón. México está controlado por los gringos. Estas afirmaciones las explicaba con hechos no solo con palabras.

El tipo no sabía escuchar, solo hablaba él y alguna vez Elena para pedirle explicaciones. Sentado con nosotros pero inquieto hacía oscilar el banco.
“me das otro cigarrito” - pedía Francisco.
Habló de los vientos elíseos, de las playas de arena blanca y del mar verdoso del Yucatán, de los cenotes abiertos en la tierra. También de Cancún y el frente abierto que tiene el gobierno contra los “narcos”.
“si escuchas disparos, mejor agáchate y repta”
De su familia, de el porqué no le queda pensión. Fue una agradable platica, un hombre extraño pero con México en el corazón.


El militar acalorado. Nos paró en la carretera un hombre grande, con cara redonda y chorretones de sudor, la carga de los aparejos y la metralleta casi no le dejaba hablar, el sol abrasador consumía su energía. Abrimos ventana y el chorro de aire frío el abrió la bocaza para pedir explicaciones. La pronunciación fue tan rápida que no le entendimos, casi no despegaba los labios y su voz era muy grabe. Nos dejó ir, pero las risas tontas se engancharon a nuestro estómagos.


Nelson. Trabaja el turno de noche de un hotel pero la charla nos la dio en el desayuno. Es Uruguayo con bastantes años viviendo aquí y comprende perfectamente la situación de desesperación que atraviesa el país, la mala postura que toman los gobiernos de turno hacia los indígenas. Nos explica el proyecto del los estadounidenses con México, lo tienen como otro estado mas, están totalmente controlados y los elegidos por Bush son los que ahora gobiernan el país.
Los negocios solo funcional del modo piramidal y con una característica común: el jefe o licenciado es blanquito-criollo, los que están en medio son criollos-indígenas pero con un buen aspecto físico y los de abajo en el mejor de los casos son indígenas pero de piel tersa y poco oscura. El racismo se extiende descaradamente y no hay forma en este momento de que cambie.


Gringos en Cancún. Este estudio humano de lo descabellado, horroroso y ajeno a la persona pero cercano al animal lo manejamos en la zona hotelera de Cancún. Nosotros experimentamos esa sensación y observamos de primera mano el caos mental que sufre la primera potencia mundial. El “all inclusive” les hace volver a los orígenes del hombre, no digo al homo-sapiens, me refiero al neardental. No tienen ningún tipo de sentimiento de culpa, de vergüenza, de decoro o de educación.
De culpa, por el trato vejatorio que usan con el personal. De vergüenza, por el desposarse enjaulados y a la mirada de extraños riéndose en sus caras, sin valor sentimental. De decoro, por el despelote en una piscina pública, carnes, chichas y pelos púbicos buceando, ni uno de todos ellos fue capaz de salir a mear fuera del agua. Y de educación al balbucear mil y una palabras groseras.

Nos dicen, los que realmente se merecen ganar el dineral que esta mierda de turismo produce que hace 35 años este lugar era inhóspito, todo selva, solo había serpientes y lagartos, y pensándolo bien se ha transformado en un lugar de gusanos, cerdos y muñecas de gominola.

Arjona estaba en lo cierto en su tema “si el norte fuera el sur”, pero se equivoca en algo, el sur ya es el norte, al menos en este punto de miseria del hombre moderno.



Cuentos.


La mujer cucaracha.

Vivía en la orilla del mar, los atardeceres los pasaba mirando el romper verdoso de las olas, su color esperanza. Regentaba un hotel decadente hoy pero vibrante en el pasado. Sentada en la silla de madera aguardaba el paso de algún turista. Sus ojos eran especiales, se ennegrecían, en las bolsas se le acumulaban huevas infectadas provenientes de la arena fina de la playa, el viento al soplar las transportaba a sus ojos y estos las acumulaban, no podía cerrar los párpados y los microbios se le enganchaban, así poco a poco sus bolsas se hacían mas grandes.

Los doctores intentaron convencerla, pero la gorda mujer cucaracha sabía desde muy pequeña como deshacerse de los insectos mas grandes para dejar hueco a los próximos. Su método era apretar en la bolsa con el dedo meñique y despacito el bicho se deslizaba por el globo ocular hasta caer.
Al principio los mataba, después intentó conservarlos metiéndolos en cajas, pero morían. Eran sus únicos compañeros, nadie se acercaba a ella, se sentía sola y averiguó su destino, cuidarlos.

El hotel se llenó de cucarachas y cada vez eran menos los turistas que dormían allí. Al cumplir los cincuenta años una pariente suyo interesada en heredar el hotel a su muerte la invitó a pasar unos días en Chiapa de Corzo, para hacer el recorrido en lancha por el Cañón del Sumidero, solo había salido del pueblo para hacerse pruebas en sus ojos y decidió que iría.

Montaron en la lancha con Pancho, capitán experto, y más turistas. Les mostró en una mañana de niebla baja el ecosistema del Parque Nacional, observó clases de aves nunca vistas, vegetación extraordinaria y lo que mas la impresionó fue el cocodrilo. Al parecer se quedó petrificada, conmovida y apesadumbrada la mismo tiempo, el criar insectos le gustaba pero la idea de tener un cocodrilo para ella, poder ser su madre la corrió por la venas y la llegó al corazón.

No aguantaba a las personas, las odiaba por no comprenderla, ella tenía un don y en el mismo momento que su prima la oprimía con palabras se tiró de la lancha. Pancho frenó, todos miraron al agua pero solo flotaban pedazos de madera podrida, desapareció cerca de la orilla, en una pared de piedra.

La búsqueda del cuerpo, con tan poca visibilidad por la niebla, era difícil. El tiempo mejoró tres días después, y muy temprano al cuarto día los servicios de emergencia siguieron drenando el río. Pancho dirigía la expedición comenzando siempre en el punto dónde la vio desaparecer. Ese día la visibilidad era perfecta y llegando al lugar, anclada en la pared de piedra una majestuosa catarata de cien metros resbalaba hacia la superficie del río. El perfil del musgo creado de la nada formaba un cuerpo gordo y desde debajo de lo que parecían dos ojos el agua manaba, para que antes de encontrar su fin se transformase en millares de mariposas.


La niña de rojo.

Nos perdimos, nos encontramos.
La niña en su bici vieja, a cada media pedalada el otro pie al suelo, el terreno no la deja continuar, está embarrado. Lleva zapatos negros, es delgada y viste un vestido rojo con encajes blancos en las hombreras, pudo ser de su bisabuela. La vemos de espaldas atravesando un maizal listo para su recolección. Sigue intentando avanzar. Los pavos gordos pisotean la tierra alrededor de la casa de madera destartalada. La niña no gira la cabeza al escuchar el motor, el pelo se mece con la brisa. Adiós niña.

23 jun 2009

Hacer "el Palermo"

Pasea esquivando, no mires hacia atrás. Intenta que ese sentido tan ocupado en tu viaje se dirija hacia delante, busca posibles obstáculos, no te dará tiempo a otra cosa. Los coches, las motocicletas, los autobuses son autosuficientes, no los conducen personas, parecen guiados por un ser que juega con los humanos, un extraterrestre que se divierte como un niño y sus juguetes en las baldosas de su casa.
El inhumano aparca para joder el paso a los peatones, las aceras las convierte en áreas de servicio, sus manos invisibles actúan para menearnos a su antojo.
Quéjate y desespérate, insulta y desgallínate, no servirá de nada. Es increíble que el estrés no exista, han superado esa barrera que limita la capacidad de nuestro cerebro, para ellos es normal, las cosas son así.

El día pasa, has visto muertos vivos, sus vísceras, sus órganos, su sangre derramada dos siglos atrás crea una baba inmunda que recorre todas las calles; los excrementos de animales y de personas no se mueven, no se limpian, no se recogen. Así los muertos se divierten, practican a sus anchas el “acampismo” y con un poco de viento renacen para subir al cielo, pero a los dos segundos se desploman y vuelven a morir, desesperados, para nunca descansar en paz.
Quieren dejar de servir al turista, dejar de ser fotografiados.

Además del horrible tráfico, de la macabra experiencia de ver cientos de cadáveres y de la poca ética de las personas, encuentras un centro histórico descompuesto, alicaído y manteniéndose gracias a su historia abrumadora de civilizaciones. No hay culpa en la destrucción pues esta viene de la mano de catástrofes naturales: la tierra tiembla bajo Palermo creando una perspectiva incierta. El vivir día a día que todos intentamos para ellos se convierte en tradición inculcada desde el nacimiento. Los habitantes de Palermo están defraudados y sin ánimos, no esperan que pueda haber un cambio en el gobierno ni de mentalidad, la burocracia se mete en todo.

Los viajeros al entrar a Palermo notarán el caos y se convertirán en caos, esto no es malo, al contarario, es muy divertido hacer “el palermo”.

7 may 2009

Crítica a Xi´an

Xi´an

Ciudad enorme, abarrotada, tenebrosa por sus humos salidos del subsuelo. La niebla aparece y desaparece sin monotonía. Avenidas enormes cruzan la ciudad apartando los antiguos barrios, disgregándolos. Mazacotes de cemento abren sus puertas al comercio puro y duro. Fotos de chicas y chicos orientales europeizados atraen al comprador abrumado.

Lo “fashion”, el movimiento, la velocidad, las sombras, el bullicio, el ruido, los neones… han contribuido a la desaparición de la cultura antigua, esa cultura que tanto atrae al viajero. La arquitectura, la caligrafía, la música, la filosofía, han sido reemplazadas por el capitalismo poderoso, el personaje con bienes mercadea corriendo para no dejarte pensar ni opinar.

La campana de la Torre, del mismo nombre, debió sonar con mucha fuerza y estremecer a los altos mandos para dejarla intacta, está acorralada en una plaza, los automóviles son sus rejas y el asfalto es la lava del joven volcán del liberalismo. La Torre de la Campana perdura con el mismo esfuerzo que su muralla, casi original.

La nebulosa del ambiente hace de Xi´an una ciudad malhumorada, sin ningún gusto y repugnante. El ambiente transforma a la gente, los hace lejanos, fríos y muy diferentes a los de otras ciudades y pueblos de China que llegué a conocer, son más oscuros, la mirada es sucia y perversa.

La noche está diseñada para el burgués, locales de encuentro con teléfonos en las mesas para comunicarte con tus futuras conquistas, discotecas espectaculares con varias salas temáticas: área de masajes, zona vip con sillones, barra, televisión e hilo musical.

Al final, una seductora sorpresa, andas y encuentras. Existe un espacio de tranquilidad y arte en esta horrible ciudad. Agotado del tráfico y el ruido, busqué un lugar para tomar un refrigerio y “zas”, un mercado de arte; calles repletas de pinturas, esculturas e instrumentos musicales. Un barrio clásico con arquitectura popular para dejarte llevar.

Gracias por tus soldados Xi´an y por nada mas.


Ángel Hurtado

28 ene 2009

Crítica a Lisboa

Lisboa, ¿Dónde está el rock?

Una ciudad cosmopolita dicen, será por su incipiente inmigración, está desarrollando una increíble capacidad para intentar y no conseguir. Los dos inmensos puentes que la unen con la otra orilla abren el horizonte de esperanza. Ellos, los lisboetas, están llenos de amargura, resignación, ellas no existen, estarán al resguardo de sus amados, en casa sin asomarse a ver lo que sus hombres hacen, es un error por que las mujeres son su futuro.

Es grande, no sabes cuando acaba y empieza el pueblo siguiente, está masificada de carreteras, de basura, de obras y escombros. Hizo ser genial, su pasado seguro era más honesto que su presente. Las formas son correctas, educadas al viajero, no te arrepientes de pedir nada, todo está bueno, sabroso, quizá a veces mejor que en tu propia guarida.

No es caro, ni barato. No es oscuro, ni claro. No es fácil, ni difícil. No es caótico, ni ordenado. No es nada, ni tampoco lo es todo. Es una ciudad mas, sin impresión, sin una guía o pauta a seguir, puede que no sea suficientemente objetivo pero lo vi como viajero erguido, atrevido y observador narcotizado.

En Lisboa no existe el rock, fallo garrafal para el disfrute, la música es melosa con ritmo conservador, los movimientos corporales no acontecen, son pasos de milicia comparados con el ánimo, la serenidad, la identidad y la pureza del rock. Buscamos sin parar buena música, y encontramos buenos locales, buenos barrios, buenos bares pero nunca un ritmo de fiesta.

Los detalles hacen que valores lo que resalta ese detalle. El que te sirvan la cerveza en vaso de plástico jode a la cerveza en si, jode el bar donde te la tomas y distorsiona la pobre sonrisa del barman. Las carreteras son buenas pero el que no esté bien señalizadas las estropea por completo. Esos detalles son los que indican el camino a seguir para salvarse de las opiniones de gente mala, como yo, un viajero no arrepentido del viaje por la compañía y por la atracción al conocimiento de cualquier tipo.

El consejo es hacer o crear o importar rock para toda la población.

7 ene 2009

Viaje a Madagascar

Viaje a Madagascar.

La primera página del periódico L´Express de Madagascar, hace referencia a un cantante, Raphael, no creo que sea el que todos conocemos, en la foto parece mas joven. Todos los turistas franceses del avión destino Morondava han elegido este periódico para volar con Air Madagascar.
Es un avión extraño, muy pequeño, con las hélices a la vista, no creo que para ser azafata en esta compañía sea estrictamente necesaria una altura mínima.

Desde aquí arriba el paisaje parece seco, estamos moviéndonos dirección oeste desde Antananarivo, la capital de la república que debe su nombre a los 10.000 guerreros de la Reina. Las diez horas que dura el vuelo desde París se hacen largas y más si pierdes la correspondencia del vuelo en el aeropuerto Charles de Gaulle, dejan poco tiempo para cambiar de avión y te joden un día de tus vacaciones.

Ahora me asomo y veo un río marrón, es ancho, el río separa la arena, parece que el cauce ha disminuido y se ve el fondo de las orillas, las lluvias aún no han llegado.

Son muchos trámites para pasar una simple cinta, no muchos, mucha cola y espera. Primero una cabineta de cristal con tres señores dentro a los que donas 65€ por persona y te ponen en el pasaporte un sello con la fecha. Después, en el mismo hall, mas cabinetas, estas con tres policías haciendo trabajo en cadena, el primero te mira fijamente y abre el pasaporte comparando tu cara con la foto, termina la observación y se lo pasa al siguiente, este diminuto con gorra blanca coge el pasaporte y la hoja de inmigración que rellenas en el avión y sin levantar la cabeza para nada te lo devuelve para que completes las líneas que te faltan, se lo das y el se lo entrega al del sello, el último ya fuera de la cabineta lo firma sin decirte ni “mu” y estás dentro, por fin has pasado la cinta.


Antananarivo

Era de noche, compartimos taxi a 50.000 ariarys con un chico suizo, Davide, de la parte italiana, fuimos al hotel que había reservado, carísimo, 50€ la habitación doble, encima de aspecto viejuno, triste y sucio. Me dio la sensación que el hotel tenía un parecido muy razonable a la ciudad de noche. Durante el día Tana, como la llaman los malgaches, cambia, sigue siendo fea, caótica, desorganizada, abrumadora, etc. Pero los habitantes saben, sin darse cuenta, dar un sentido y una ilusión a ese mundo de caos. Continuamente venden y comprar, es un mercado gigantesco en todas las calles alguien vende, hay trapicheos continuos y a la hora de que un turista se acerque mas.

Desayunamos compartido y comenzamos nuestra ruta por la ciudad, el lago dónde llegan las aguas negras y grises de las casas, después un hospital que a nuestro parecer no estaba nada mal, diría que bastante decente, atravesamos el mercado de las flores y sin querer nos adentramos en los suburbios con la compañía de dos vendedoras de vainilla, nos avisaban de los carteristas, según avanzábamos la gente sin nada que hacer nos seguía, teníamos un “petit comité” a nuestras espaldas y siendo el primer día era demasiado, paramos e un taxi porque la gente prácticamente nos echaban a la carretera.
Me sorprendió que las casas en los suburbios estuvieran terminadas, revocadas y pintadas, eso si las aceras se componen de tierra y basura. Casi todos van descalzos, sus pies tiene una suela natural mas gorda que las de las zapatillas J´jhaiver.
El taxi nos llevó hasta la estación de taxi-brouss, Davide necesitaba el billete para seguir su ruta hacia el sur y le acompañamos. El coche entró y en dos segundos al menos 8 personas revoloteaban a nuestro alrededor, dando golpes en el techo y metiendo sus mano para abrir el taxi, querían que compráramos el billete en su agencia. El chofer se descojonaba, no sabía donde ir, hasta que, creo suponer que uno le dijo te doy el 5% o el 10% y allí fue.

Para comer y cenar nuestra elección fue el cebú bien asado, es un animal muy común en la isla, ha ayudado a los agricultores desde siempre y se come en fiestas e invitaciones, la carne es buena y sabrosa aunque depende dónde lo cocinen. Cenamos en un señor restaurante, con decoración de la Francia romántica, te sentías como los colonos, el negro sirviéndote y tú hablando de negocios fraudulentos para desengranar más aún el país. La realidad fue que nos relamimos hasta que pagamos.

En Tana fuimos a visitar el Palacio de la Reina y el museo de historia, es el único turismo cultural que pudimos hacer en todo nuestro viaje, nos acompañó por su tozudez un guía local, hablaba inglés, italiano, francés y malgache. Él fue quién nos dirigió y nos contó el movimiento de reyes y emperadores con poder. Es interesante saber que los malgaches practican la circunscripción, por eso en la puerta principal del palacio hay un monumento al falo o pene. A los niños les cortan el cachito de carne para convertirse en hombres, para que el niño sea aceptado en la familia, después del corte, el abuelo debe comerse esa piel del niño cruda, si no lo hiciera el niño no pertenecería a la familia.
Otra de las historias del guía fue un fady, palabra o acción prohibida, no se puede señalar las tumbas con el dedo, ellos siempre señalan encogiendo el dedo índice.


Morondava

Es un pueblo, tiene poca cosa, un mercado de textiles y comida, algunos bares, iglesia, mezquita, lo normal en un pueblo, aunque no es tan normal que tenga una playa pasmosa, larga y ancha. El agua del mar esta caliente y las puestas de sol decoloran el paisaje, el agua se enturbia, a las olas las convierte en moradas, la arena mojada caprichosamente por las olas crea el espejismo de un sol blanco, dorado, naranja y perfecto. También en este pueblo es exclusiva la gente, los habitantes son tranquilos y pacíficos, rápido te conoces y los conoces. Los hombres, educados y trabajadores, las mujeres, guapas con sus enormes peces espadas acoplados en la cabeza, es de adular el equilibrio natural de las señoras y niñas. Los niños son mágicos, ojos grandes, sonrisa inocente, muchos te saludan y se te quedan mirando perplejo. Lo mejor fue verles en sus comunidades, dentro de la escuela. Te puedes alejar de las rutas convencionales, alquilas una moto. Nosotros lo hicimos, confundidos de dirección y por dos veces nos topamos con escuelas, la primera paramos la moto para ver dónde estábamos, preguntar y en dos segundos se formó a nuestro alrededor una avalancha de niños, pararon a 50 centímetros y ahí parados esperando a que dijéramos, escuchado, con los ojos como platos. La segunda la maestra nos invitó a pasar a una casucha, a la escuela, vimos pizarras en cada pared, pupitres y algún cuaderno. Compartían clase niños de hasta seis años, todos en 10 metros cuadrados, cada grupo miraba a una de las pizarras.

El alquiler de la moto fueron 40.000 ariarys, medio día, fue lo que decidimos, una de trial de 125 cc, baches, agujeros, arena, más baches, camiones, polvo y coches. Casi nos perdemos el atardecer en la avenida de los baobabs, el camino es arenoso, bunquers de arena deslizan hacia los lados la rueda delantera de la motocicleta, intentas mantener el equilibrio y te sale una carcajada. Lo pasamos muy bien perdiéndonos y mas tarde encontrando los árboles extraños, baobabs. Cuenta la leyenda que fue el primer árbol creado por Dios, se supo tan superior que se llenó de orgullo, Dios al darse cuenta le castigó agarrándole del tronco y dándole la vuelta, por eso ahora parece que su copa son las raíces.

Nos gustaron tanto que al día siguiente volvimos pero sin cometer el error de volver de noche porque los alrededores están llenos de aguas pantanosas y millones de mosquitos e insectos comienzan su vida al anochecer, tu cuerpo forma el parapeto perfecto para desviar su camino. No nos pico ni uno pero los golpes hacían daño, fue una putada complementada con la poca visibilidad, el cansancio, los baches, el polvo y el humo de los camiones.

Pasamos por la oficina de Air Madagascar y los vuelos estaban completos hasta el 18 de octubre, era día 9. Salen muy pocos aviones hacia Tulear, solo martes y jueves, el plan de viaje había cambiado, ni siquiera podíamos volver a Tana, todo completo. Después de preguntar en muchos lugares y a personas decidimos el taxibrousse, era la única forma de no pasar todo nuestro viaje en Morondova. 70.000 ariarys y un día y medio de viaje, sin paradas a dormir ni ostias. Esa tarde la pasamos metiéndonos en la cabeza y preparándonos para la aventura, cenamos muy bien como todas las noches, buen pescado mezclado con estupendo marisco y a la cama. Se dice pronto un día y medio, 34 horas en un minibús es mucho, demasiado para dos fisonomías occidentales acostumbrados a dejar nuestras posaderas a buen recaudo, respetando siempre el espacio vital. Las piernas se juntan durante tanto tiempo que tu piel suda y la suya, el sudor filtra en la ropa y mezcla las dos culturas, ¿Qué se dirán? Al final se hacen amigos, los sudores, y el cuerpo quiere probar más. Durante la noche dormimos, la chica de mi vera con la que compartía el sudor, se recostó en mi hombro.
Solo somos cuatro hombres en el taxibrousse, catorce mujeres con Elena, una de ellas con bebé y la abuela con su nieta, la nieta de unos cinco años sin rechistar en todo el camino y eso que solo paramos dos veces para orinar. Tanto tiempo sentado, los músculos del culo y los glúteos se apartan para dejar pasar al hueso y así durante cuatro horas te torturan, es una molestia desoladora y justo en ese momento perverso pasa el cartel de un pueblo al que no debíamos de ir, cagada, el taxibrousse decidía que para llegar a Tullera, al suroeste debíamos coger la ruta norte que después de 300 km. Bajaría hacia el sur. El camino corto parece ser inaccesible aunque la carretera por la que viajábamos tampoco era una autopista, tiempo de arena, de desvíos por obras, de baches…

El sol apuntaba a desaparecer y el paisaje oscurecía la tierra seca y baldía. Atravesamos puentes, pueblos como Moramby, desiertos de arena rojiza repleto de montículos que sorprendían en las laderas, cientos de ellos como granos en la cara de un quinceañero, pensamos en hormigueros pero mas adelante nos dijeron que los construían las termitas.
Paramos dos veces a comer, en Ankilafato todos los habitantes nos miraban y observaban nuestros movimientos, deben ser muy pocos los viajeros que se atreven a montarse en el taxibrousse, y lo entiendo es una faena, no es consumible para cualquiera. Además la media de años de los turistas que viajan a Madagascar es de 55, sería complicado para ellos aunque a veces nos sorprendían.

Con la ruta cambiada decimos acortar de 36 horas a 21 horas nuestro viaje, en lugar de ir hasta Tullera paramos en la segunda ciudad mas grande del país, Fianarantsoa.


Fianaransoa

Llegada a las cinco de la mañana y en la ciudad sin vida, algunos taxis, cogimos uno en busca de un hotel, hacía mucho frío y lo llevábamos sufriendo y hacía dos horas, intentando dormir, la cabeza daba campanazos, el sueño nos hacía tener pesadillas, pero llegamos.
Al cuarto intento encontramos una casa de huéspedes, los hoteles estaban completos, en el Raza-otel nos dieron la bienvenida en pijama con el primer clareo de la mañana, “Sentaos aquí, ahora os damos la habitación.”. Es una casa familiar con solo cuatro habitaciones, el baño es compartido. Es barato. La casa es de dimensiones grandes con techos altos y decorada minuciosamente, el toque es de estilo francés clásico pero su alma se siente malgache. Hemos averiguado por su lentitud al servir y al responder que no saben prácticamente nada de francés, pero son muy simpáticos.
La habitación no estaba lista debían de abandonarla los turista que estaban durmiendo, a eso de la 7:30 a.m., eran las 6:00 a.m. Los dos sofás del salón-bar-comedor dejaron descansar a nuestros cuerpos. Desayunamos y entramos directos a dormir.
Era domingo día de descanso, poca gente en la calle, nos relajamos, entramos en el lugar de apuestas, ruleta y peleas de gallos, después a la iglesia (concurso de canción incluido) y para terminar a ver los partidos de fútbol y voleibol, ¡vaya! un domingo cualquiera pero en Madagascar.

Si vas a tu aire mucho mejor, los viajes o tours programados fallan siempre pero la experiencia del día anterior con el taxi-brousse nos hizo tomar la decisión de dejarnos guiar. El tal Eric por 100 euros cada uno nos llevaba al P.N de Ranomanafana, incluyendo las comidas, el hotel, el guía, el taxi, el guía y la entrada del Parque, todo menos las bebidas y “una mierda”, el hijo de puta no había reservado hotel, el taxista medía los kilómetros y no hizo uno mas para no gastar gasolina, tuvimos que andar para buscar un hotel en relación con el precio que pagamos, porque nos querían meter en una casa familiar. El taxi en si era como el dueño deshonesto, maloliente y arcaico, no arrancaba, había que empujarle continuamente, el olor a gasolinera se adentraba en tus órganos y ropas, mareaba hasta hacernos vomitar. Nuestro guía que fue quién se comió el marrón intentó dar la cara, primero dándonos la razón, segundo sintiéndose engañado como nosotros y tercero pagándonos la cena a lo grande para compensar un poco la tomadura de pelo. Al final dormimos en tienda de campaña, muy romántico aunque nos dejó helados la cucaracha roja que me encontré en mi pelo por casualidad, que puto susto.
La visita al parque fue provechosa y muy interesante, caminata de seis horas entre vegetación única, insectos, aves y seis tipos de lemures, todo esto con muy buenas explicaciones de Teo un gran guía y su inseparable “buscalemur”, un chico encargado de avistar a los lemures y guiarnos hasta ellos con silbidos.



Historia

Empieza en la estación de tren de Fianaransoa, lo que es la edificación de la estación no tiene ninguna similitud al resto de Madagascar, es mas parecida a las viviendas del interior de Alemania, es antigua y con aires nórdicos.
Su reloj indica las 6:45 de la mañana. Una pareja chico y chica llegan recién levantados. El tren espera en la estación a los últimos pasajeros, se dirige a Manakara al este de la isla. Es un tren arcaico, color verdoso, de hierro forjado. En su interior se mezcla el hierro con la madera, esta tiene tres o cuatro manos de pintura, pero la última la dieron hace tanto tiempo que es posible ver sus capas. Los asientos dobles recostados sobre otros sirven de apoyo a las barras de metal usadas como maleteros.
El tren tarda en salir, el chico y la chica apuran los cigarrillos observando como sale el humo de la locomotora, que será la atrevida en cruzar las montañas y bajar por los valles de Ranomanafana. Cuatro vagones, con su continuo traqueteo ensordecedor, empujados por la valentona máquina serán capaces de recorrer 120 Km.
El billete, comprado de antemano a 25.000 ariarys por persona, te lo piden a la entrada y más adelante el revisor. Los chicos esta vez no dan el cante, todos los viajeros son occidentales, franceses en su mayoría.

El tren silba la salida con 10 minutos de retraso, todos sentados, primero comprobando la estabilidad, luego escudriñando a sus allegados hablando y compartiendo experiencias, mas tarde fijándote en el exterior. Las ventanas algunas bajadas otras subidas dejan ver el ambiente de fiesta que se forma al pasar el tren, desde fuera todos saludan y ríen, parece ser algo especial. Los arrozales desbordan los valles y los mismos cuerpos agachados para recoger el arroz se ponen erguidos deslizando su cuello y levantando la mano al ver pasar el convoy.
Después de una hora y media solo la vía asalvajada del tren sirve de comunicación entre los pueblos del interior.

Los pobladores de la zona se apartan para dejar pasar el tren, los túneles escuchan una vez al día el sonido de los raíles. Al inicio notan frío, los chicos se levantan para tener una perspectiva diferente, se acercan esquivando piernas hasta el final del vagón, en el espacio entre las escaleras de entrada y la puerta que accede al interior del vagón. El viento sopla con fuerza, las oscilaciones hacen que te agarres con fuerza en las paredes laterales. Hacen fotos de las plantaciones de té, del pequeño pueblo de Sahambaby, ayer pasaron por allí, les mostraron los pasos en la elaboración del té, el secado de la hoja, la variación de calidad…

Las paradas se repetían con mas prontitud que la anterior, en cada estación la espera era mas larga, cambios de vagones para aprovisionar al pueblo, la compra y la venta de comidas tradicionales entre los habitantes y los viajeros era constante. Las aldeas están superpobladas, para el tren y un centenar de niños aparecen para pedir cualquier cosa, venden frutas, collares empanadillas de carne y cebolla…

La condición de los niños es buena, no parecen tener hambre ni padecer enfermedades pero están llenos de mierda, sus ropas multi-usadas son harapos sucios y correosos. Las madres acoplan a sus bebes a la espalda y en cuanto lloran le plantan la teta como si fuera el chupete para callarles. Parece que aquí a los niños no les gustan los mocos les resbalan hasta el labio superior y se secan. Saludan mucho, continuamente se ríen posiblemente de los caretos de los guiris deseosos de llegar al destino, y los guiris piensan “ya hemos hecho suficientes fotos a los monitos sucios y hambrientos. Las podemos enseñar en Francia para que nuestros amigos vean dónde hemos estado y poder hablar de lo mal que están por culpa de la expoliación y explotación de los franceses e ingleses. (Anda que fuimos nosotros)”

El tren sigue parando y silbando, el traqueteo y el sofocante calor casi no dejan un respiro para disfrutar. Los dos chicos comparten sus visiones y se precipitan a decirse que la vuelta se hará de otro modo. Un viaje de nueve horas es mas que suficiente, es bueno y memorable. No se han caído del tren pero se demostraron amor mutuo en un momento de incertidumbre para cualquiera. El tren parados, ellos sentados a la sombra, el tren marcha sin avisar, los dos se miran y saltan para llegar corriendo al escalón, el chico y la chica se animan, corren entre raíles, el chico agarra la barra de la entrada y salta para subir, la chica en un sobre esfuerzo le toca la yema de los dedos a el chico y le dice “no puedo”, el tren sigue avanzando, todas las guiri-cabezas salen por las ventanillas dando ánimos, la chica sigue corriendo, el tren se aleja, los dos se miran y el chico salta a las vías para buscarla, abrazándose.


Manakara

Es un pueblo de playa en la desembocadura de un río con el mismo nombre, aquí comienza el largo canal de Pangalanes que remonta muchos kilómetros hacia el norte. El sol calienta una burrada, pero la brisa del mar consigue aguantar la pesadumbre del bochorno. Es un lugar sin tráfico porque no hay coches.
Un hotel milagro y bungalow de ensueño nos convencen para pasar dos noches, además se come bien.
No te puedes bañar en el Océano Índico, hay mucho oleaje, las corrientes son peligrosas y además puedes toparte con algún tiburón hambriento.
Nos alejamos del pueblo andando, nuestra idea es volver haciendo autostop, después de un rato paramos en una sombra, esperamos durante 10 minutos y un 4L nos para, subimos contentos, un malgache conduce y un francés en el asiento de al lado nos comienza a hablar de sus experiencias en la isla. Lleva dos años trabajando aquí, hace los proyectos de las futuras carreteras para las dos petroleras que se reparten el pastel aquí, Shell y Total. También nos da consejos de donde ir, que hacer… Sobre todo nos advierte que la zona dónde nos encontramos es la que tiene mayor concentración de bacterias y amebas del todo el planeta. Nos habla de un insecto que pica en la planta del pie y deja la larva, esta se reproduce después de varios días dentro de la piel y aparece un punto blanco, mas tarde se convierte en negro y comienza el escozor, te arrascas. Lo peor es que a dos centímetros de la piel se reproducen gusanos y ese nido interior se desplaza según te vas arrascando. El remedio en Europa no se conoce, no estamos preparados para esa enfermedad pero allí te hacen un tajo en la planta y con unas pinzas te lo sacan. Es muy habitual padecerlo pero no es tan grabe como otras enfermedades tropicales.

Nos dejan en Irando a 140 Km de nuestro destino y aquí estamos sentados en la sobra de un árbol en la linde de la carretera esperando ansiosamente que pase un coche.

Al fin llegamos a Ambalavao, una furgoneta de franceses cuarentones se apiada de nosotros encontrándonos así esa solidaridad europea que tanto desean nuestros políticos. Con paradas intermitentes para ver las plantas del café atravesamos el paisaje selvático y llegamos a Ranomanafana, comimos en el mismo hotel dónde dormimos y seguimos con el son del día, hacer autostop. Ahora nos subimos a una vannette con demasiada gente, negociamos el precio y los asientos de adelante. Paramos repetidas veces pero llegamos anocheciendo a Fianaransoa, solo nos faltaba otro empujón y cumpliríamos con nuestra proposición. Fue un taxi mal pagado el que nos acerco los 50 Km.


Ambalavao

Es un pueblo pequeño, los miércoles montan un mercado impresionante, pero hoy es domingo y aquí los días del señor no pasa nada. Nos hemos atrevido a pasar unas horas después del aguacero en la reserva Anja, precioso paseo entre lianas y rocas enormes, acompañados de lemures de cola anillada y camaleones. Por la mañana intentamos ir en autostop pero nos fue imposible, llegamos con una pareja de franceses y su 4x4 hasta su hotel en construcción, a cinco Km. del destino pero sus consejos hipócritas nos llevaron a intentar acortar por la sabana. El camino abrasador por la sabana africana a 40ºC nos desconcertó sobre todo cuando tuvimos que dar la vuelta, horrible la desolación y la fatiga que te comprime sin saber la dirección, andando sin sentido. Las pocas casas y poblados que pasábamos estaban repletas de chavales anonadados por nuestro extraño color, daban miedo sus miradas escrutadoras. Pertenecen a la tribu de los Betsileos, conquistados tiempo atrás por los Merinos que eran los lacayos de los franceses en la época de la conquista. Una de las características de esta tribu betsilea es que cultivan el arroz 3 veces al año en lugar de dos, además tienen creencias sobrenaturales, la “hasina” es una fuerza que proviene de la tierra y se trasmite a los vivos a través de los ancestros.

Volvimos a Ambalavao decididos a pasar la noche en el hotel Bugambilles, muy bueno pero caro. Lo peor fue darnos cuenta de que al día siguiente debíamos volver hasta Fianaransoa para sacar dinero, no teníamos suficiente y el cajero más próximo está allí.
Esa noche tuvimos una velada correcta y animada con los mismos franceses que nos salvaron, gracias otra vez si lo leéis.

Desayunamos sobre las 9:30 y directos al taxi-brousse que nos conduciría de regreso a Fianaransoa para poder sacar dinero, tardamos dos horas al menos en ir y la vuelta otra vez en el taxi-brousse esperando a que se llenase. Dos horas haciendo tiempo para que las 3 plazas libres se ocupasen por alguien, como no pasó las compramos nosotros. Fletamos e invertimos en el buseto, todos los pasajeros que entrasen después nos debían pagar a nosotros, menos el primero comprado por el conductor, ahí estuvo el fallo, el tío no paro de buscar gente en cada pueblo para no perder su dinero y volvimos a perder el tiempo inútilmente. Al final encontró a una mujer y conseguimos seguir la ruta.

Es de ver para creer como cambia el paisaje, un desierto árido nos aguarda, anocheciendo vemos el sol rojizo, medio apagado, el viento arrastra consigo las ramas de los pocos árboles dispersos, los rastrojos forman parte de la tierra.
En los asientos de delante, en le taxi-brousse al lado del conductor enfermo, su tos chirrosa, espeluznante, igual que el chillido de los guarros al matarles. Estos asientos son los mejores a la hora de viajar contemplas todo cómodamente y relajado, el final del día al comienzo de la noche fría.

La carretera lisa y recta atraviesa el solar, de repente un humo intenso arrastrado por el viento se mete en la furgo, intentas vislumbrar el foco del incendio y te das cuenta de que no es uno si no varios los pirómanos. Las llamas se comen los rastrojos y avanzan rápidamente por la llanura, los fuegos los provocan los pastores de cebús durante las noches para dar de comer a sus animales, los brotes verdosos de plantas son su alimento perfecto, se deshacen de la hojarasca seca.
En este país las preguntas se contestan horas o días después, la del ¿porqué de los incendios? la contestó nuestro guía de Ranohira al día siguiente.


Ranohira

Es el pueblo mas cercano al P.N de Isalo, con diferencia el mas espectacular de los visitados. En pleno desierto un macizo de rocas porosas formadas hace millones de años sobresalen como un muro hasta alcanzar los 1450m de altura. Ese macizo forma el P.N de Isalo , llamado así por una planta endémica llamada Isalo. En ese muro las tribus baras entierran a sus muertos, les meten dentro de la roca, para después de cinco años desenterrarles y volverles a enterrar en lo más alto de la montaña junto con su familia.

Llegamos a Ranohira sobre las 19:30, encontramos un hotel rapidamente, en el centro porque el pueblo solo tiene centro. Había muy pocos puntos de luz, solo los que tenían un grupo electrógeno para crearla y las románticas velas. El pueblo entero se sitúa a los dos lados de la carretera.

Seguimos a la chica que nos enseña la habitación, la velas hacen que el lugar sea mas misterioso aún, te asomas a la cocina, atraviesas un patio con árbol enorme en el medio, te fijas en el suelo de arena y te topas con dos escalerillas que suben directamente hasta la puerta de madera de la supuesta habitación. No está mal, nos quedamos por 55.000 Aurays la noche y al final serían dos.
Cenamos y dormimos. Sobre las 9, teníamos todo preparado y listo para largarnos a ver el parque, emocionados compramos algo para comer, alquilamos un chofer y un guía (Alfonso Ramarokoto) totalmente necesario para acceder a Isalo.

Primero visitamos el Cañón de los Monos, el Peugueot 205 se trastabilla por el camino, 45 min. después paramos y comenzamos a patear con un calor incesante. Nos acercábamos a la muralla que delimita el parque, una entrada de pajas crecidas nos marca la ruta y poco a poco arbustos, árboles, nidos de termitas, hojas secas, lianas, y palmeras nos sobrecogen. Entre todo esto vimos una familia de Makis de cola anillada y a unos Sifakas encantadísimos de posar delante de las cámaras, se estiran, abren las piernas, se limpian las patas…
Comienzas a esquivar riachuelos, saltas de una piedra a otra, los sigues hasta la entrada del cañón, el agua se desploma desde las piedras porosas y cae en hilillos hasta un pequeño lago rodeado de vegetación y piedras. Nos dice el Alfonso que en ese mismo agua se duchaban las ratas del cañón de al lado, hasta que una de ellas vio beber a un Maki, fue corriendo a decírselo a las demás y nunca mas volvieron.
No nos adentramos hacia el interior del cañón pero según Alfonso, al final, casi cuando ya no puedes seguir caminando y tienes que nadar y bucear para atravesar las rocas es posible encontrar arenas movedizas.

Regresamos al pueblo con el coche. Una hora y media nos costó hasta nuestra siguiente parada.
Atravesarás el primer valle de Isalo, hasta un pequeño oasis de árboles, descenderá un riachuelo, el sonido del agua te guiará y verás a tus pies una cascada que deposita el agua en una piscina natural. El calor del camino se terminará en cuanto tu cuerpo se meta en le agua cristalina. Te encontrarás dentro de una semi-cueva y las palmeras cubrirán los rayos del sol. Pensarás en tu acompañante real o irreal en este oasis perfecto.


Casi el fin.

Al día siguiente ruta hacia Tulear, con parada en el sucio y destartalado pueblo de Ilakaka dedicado íntegramente al comercio con las piedras preciosas, sus habitantes no paran de entrar en los puestos dónde se compran, les enseñan las piedras a los expertos estos las juzgan y se las devuelven si no tienen valor. Ilakaka es feo y no vale nada pero es curioso el trapicheo. Según los habitantes de Ranohira es el pueblo más peligroso del país. De camino hacia Tutear los controles policiales se multiplican y son mas estrictos, nos pidieron por primera vez los pasaportes.

El taxi-brusse nos dejó en la estación, un taxista nos condujo por una carretera angosta y destrozada a 30 kilómetros de Tulear, a un pueblecito, Mangily.
Ahora llevamos aquí tres día sin hacer nada, comer, dormir, bucear… Un merecido descanso al final del viaje. Un bungalow, unas tumbonas y la marihuana dan placer y un perfecto final.

La playa de arena blanca y fina termina en un mar tranquilo, es así porque a 3 kilómetros mar adentro una pared de coral frena las olas, la furia del mar se aplasta contra esa muralla natural. Es una montaña altísima que casi roza la superficie del mar por un extremo y nace en las profundidades abisales del océano.

Elena aprovecha su último masaje de felicidad, el rostro lo demuestra y la mama malgache dibuja con sus manos experimentadas el final en su espalda.


Fin