10 nov 2011

Noruega

Hace pocos días regresé de una tierra apasionante, volví a los orígenes del planeta, al momento en que la naturaleza destronaba a cualquier dios y los hombres éramos insignificantes y minúsculos transeúntes. Una misteriosa tierra llena de lágrimas heladas, de colas de caballo y de saltos de agua. Un lugar para desmejorar el resto, para cerciorarse de que seguimos manejados al antojo de La Madre Naturaleza.

El ambiente es salvaje, el aire oxigena y tu mirada queda limpia. No puedes ir rápido, el sosiego prima ante todo y la paz ahoga a la maldad sin miramientos. Estamos en una sociedad con pasados vikingos. Con astutos, fieros y hechiceros. Con mitos paganos de trolls y elfos, con unos reyes sangrientos y despiadados, con aventureros enamorados y esclavos desafortunados.

Un viaje de semana fue suficiente para comprobar que todo lo descrito en párrafos anteriores aún se siente y se palpa. Recorrer sus carreteras eternas es lo mas interesante, ver como cambia el paisaje kilómetro a kilómetro, como caen manantiales de agua de los riscos de las montañas. El agua se compenetra a la perfección con la tierra, está por todos lodos, los ríos mantienen un caudal explosivo, con una fuerza extrema.

Siendo un país con unos recursos naturales muy rentables viven muy pocos privilegiados, los que viven tienen mucho dinero, nadie se muere de hambre y hasta los jubilados tienen un servicio especial de trabajo durante la temporada alta (de Mayo a Septiembre). Es un país con pleno empleo, en el que si eres de allí puedes solicitar al Estado un terreno dónde a ti más te guste y plantar una casa, eso sí el terreno siempre pertenecerá al Estado. Un país dónde el sueldo medio es de 3500 euros al mes, aunque también es verdad que una cerveza en cualquier bar te cuesta 8 euros, o sea que poca gente verás bebiendo en un bar o pub. Las ciudades son prescindibles si no tienes mucho tiempo, pero no puedes dejar de visitar el fiordo de los sueños por mar o por tierra, el Preikestolen (el púlpito), conducir por la carretera de la montaña Sofnefjell, visitar el antiguo pueblo minero de Roros y con suerte entrar en la vieja mina, probar la carne de reno, averiguar el porque tienen césped los tejados y sobre todo nunca dejes de disfrutar con la omnipresente Madre Naturaleza. ¡Aleluya!