3 nov 2009

Palabras, cuentos y personajes de México

Palabras.

Una ducha para quitarse el calor, un día de playa en el trópico, un paraje inquietante, una temperatura asfixiante, un pedo al ras del ventilador, un país de infarto por descubrir, una carretera para avanzar con un fin. El tiempo parado hoy, un pasado de amistad con un hombre audaz, familiar, noble, honesto y leal. El pueblo coloreado nos hizo pensar, atar y estrechar al amigo nuevo, desde lo más alto, con el Pipila al costado y el viento azotando las palabras de los borrachos.

Un hijo posible o imposible, una pelea de gallos españoles y mexicanos. Cambio de rumbo, de orientación. Dejamos la 200, la carretera de la costa para coger camino al interior. Kilómetros y horas de líneas perfectas con un mar verde. Aquí la modelo y la pacífico no se calientan con el ambiente. El W.C al lado de la barra, salpican las gotas. El tequila calienta la garganta. Miles de tacos se adentran en nuestros estómagos; asada, pastor, adobada, buenísimo.

El tiempo no da tregua al viaje. La gasolina barata da fuerza al motor del Chevy para atravesar el altiplano mexicano. Morelia, Guanajuato, Paztcuaro, volcanes, picos, bosques, campos…

Un mural en la pared del hotel me recuerda un ciudad tranquila, hecha para que el corazón se abarrote de colores, para que tu enamorada te de un beso gracioso en un callejón con pasado. Allí, en esa ciudad con sangrienta historia unos mariachis cantan temas escuchados, la bandera de la nación sobrevuela y esparce sus cenizas con un único pecado y un único dón.
Indígenas con pies descalzos y criollos encapuchados con artificios del liberalismo, cubatas, relojes-pizzas, móviles y maquillaje se mezclan en las plazas, calles y andadores, compasivos unos y campesinos otros.

Los mineros vivían aquí, dejo de utilizarse el carbón y sus túneles aún se mantienen. Me imagino un aguacero rápido, miles de litros de agua semi compacta estrellándose en el cristal del coche, pisamos freno girando a la derecha directos a la cuneta. Mientras, los rallos cruzan la bóveda del cielo y Café Tacuva no deja escuchar el trueno.

Creamos con la ayuda de nuestras extremidades, pero desde algún lugar de nuestro cerebro, ya sea por vivencias, creencias, visiones o alucinaciones, lo desarrollamos, y entre toda la maraña confusa, las ideas salen y deslumbran. Los materiales que propone la tierra son suficientes, aquí he visto madera, hierro, plata, telas, flores, piedra… Solo hace falta que nosotros los tratemos y creemos.

Con la palma abierta hacia la cara y levantando el brazo es como se expresan para dar las gracias o para dejarte paso al cruzar la calle, por supuesto, después de eso, una sonrisa continua y sus ojos brillan a la par con los tuyos. En los pueblos mancomunados regalan la visita al médico, los peinados para la niña y el corte de cabello. Son mancomunidades dedicadas a la agricultura, ganadería y artesanía. El último pueblo del valle acaba en las mas antiguas balsas de agua subterránea, aparece a la orilla del precipicio y desaparece también por el. Lleva tantos años manando junto con el sulfato que han creado una capa y otra hasta convertirse en piedra blanca agrietada. La visión global es una cascada de piedra o el agua congelada en un tiempo milenario.
Me sentí en el pueblo, olor a humo, aire limpio y fresco, la mirada en las montañas que también son mías, el recuerdo perdido de años atrás.

Los días amanecen nublados, el desayuno nos lo tomamos entre la vegetación del patio interior, todas las viviendas lo tienen, son de un solo piso, la luz entra. Se sabe que los españoles vivieron aquí, son construcciones castellanas, manzanas y manzanas perfectamente ordenadas. En algún momento llegas a la plaza de armas con la catedral a un lado, el ayuntamiento a otro y el jardín en el centro. Así son las ciudades y los pueblos. Si te alejas del centro urbano encuentras los libramientos o circunvalaciones y mucho mas caos.

Los días continúan mojados, con un ligero aire fresco, paseamos, visitamos pueblos, cascadas, lagunas y casi Guatemala. Los únicos sabedores del volumen de agua que cae en estas tierras de trigo y maíz son los pies babosos, ellos aguantan como nada los trotes, tropiezos y deslizamientos. Ellos pisaron tierra del mar los primeros días de viaje, apretaron el acelerador para que viéramos las hermosas calas tropicales del Pacífico, decidieron perderse por el casco antiguo de Morelia, antigua Valladolid. Tocaron madera y tierra para la ascensión a las cataratas del Chiflón, aguantaron allí, otra vez, la lluvia para que de nuevo nuestros sentidos percibieran el coraje y la fuerza de la naturaleza.

Lo que tocamos al viajar son opiniones, tradiciones, culturas, son formas de actuar, comportamientos, tratamientos, es biodiversidad, es historia, es humanidad. Al lanzarnos a la aventura existen muchos mas pros que contras, debemos dejar atrás la comodidad de nuestros hogares, los sentimientos de miedo.

Nos bañamos en las profundidades de la tierra, en un agua clara, limpia salida de manantiales. Un agujero que mira al cielo da luz natural a esa formación. Se llama cenote, parece ser que en una época prehistórica cayeron aquí meteoritos rompiendo la superficie de la tierra y descubriendo la belleza del interior de nuestro mundo, esta barbaridad natural es impredecible en sus corrientes internas, cientos de canales hacen que los cenotes estén comunicados entre si. Bañarse da una sensación de bienestar por horas y lo deseas para siempre.

Todo visto, volvemos. Últimos cuatro días relajados en un hotel de infarto en Tulum. Agua de mar, de alberca y de manantial tocaron nuestros pies. No solo ellas nos los tocaron, mosquitos asesinos nos masacraron entrando en las ciénagas. El agua del manantial del inframundo es fresca, cristalina y pura, la sensación de bienestar y de calma es inigualable. Es el inframundo porque es el paso o la puerta a la que los Mayas se referían para entrar en la tierra madre. Si te pones las gafas de buceo y fumas un poco de hierba igual te lo crees.



Personajes.


Profesor de Mérida, de nombre Francisco. Sentados en la plaza de armas nos pidió un cigarro hablando en inglés. Le dijimos que éramos españoles y nos dio un abrazo. Es alto de unos cincuenta años, un buen frontal, moreno de piel y rellenito. A él no le pican los mosquitos porque es homosexual.

Nos introduce a la política mexicana, nos habla de sus aventuras en el D.F en pos de la lucha por las pasadas elecciones corruptas e ilegales, dos meses de manifestaciones en la plaza central dieron como resultado el doble recuento de los votos.
“lanzarnos una balsa” – gritaba Francisco.
No dormían ni comían, solo los alimentos que le ofrecía la gente le daba energía para seguir peleándose contra Bush, él quiso que ganara Calderón. México está controlado por los gringos. Estas afirmaciones las explicaba con hechos no solo con palabras.

El tipo no sabía escuchar, solo hablaba él y alguna vez Elena para pedirle explicaciones. Sentado con nosotros pero inquieto hacía oscilar el banco.
“me das otro cigarrito” - pedía Francisco.
Habló de los vientos elíseos, de las playas de arena blanca y del mar verdoso del Yucatán, de los cenotes abiertos en la tierra. También de Cancún y el frente abierto que tiene el gobierno contra los “narcos”.
“si escuchas disparos, mejor agáchate y repta”
De su familia, de el porqué no le queda pensión. Fue una agradable platica, un hombre extraño pero con México en el corazón.


El militar acalorado. Nos paró en la carretera un hombre grande, con cara redonda y chorretones de sudor, la carga de los aparejos y la metralleta casi no le dejaba hablar, el sol abrasador consumía su energía. Abrimos ventana y el chorro de aire frío el abrió la bocaza para pedir explicaciones. La pronunciación fue tan rápida que no le entendimos, casi no despegaba los labios y su voz era muy grabe. Nos dejó ir, pero las risas tontas se engancharon a nuestro estómagos.


Nelson. Trabaja el turno de noche de un hotel pero la charla nos la dio en el desayuno. Es Uruguayo con bastantes años viviendo aquí y comprende perfectamente la situación de desesperación que atraviesa el país, la mala postura que toman los gobiernos de turno hacia los indígenas. Nos explica el proyecto del los estadounidenses con México, lo tienen como otro estado mas, están totalmente controlados y los elegidos por Bush son los que ahora gobiernan el país.
Los negocios solo funcional del modo piramidal y con una característica común: el jefe o licenciado es blanquito-criollo, los que están en medio son criollos-indígenas pero con un buen aspecto físico y los de abajo en el mejor de los casos son indígenas pero de piel tersa y poco oscura. El racismo se extiende descaradamente y no hay forma en este momento de que cambie.


Gringos en Cancún. Este estudio humano de lo descabellado, horroroso y ajeno a la persona pero cercano al animal lo manejamos en la zona hotelera de Cancún. Nosotros experimentamos esa sensación y observamos de primera mano el caos mental que sufre la primera potencia mundial. El “all inclusive” les hace volver a los orígenes del hombre, no digo al homo-sapiens, me refiero al neardental. No tienen ningún tipo de sentimiento de culpa, de vergüenza, de decoro o de educación.
De culpa, por el trato vejatorio que usan con el personal. De vergüenza, por el desposarse enjaulados y a la mirada de extraños riéndose en sus caras, sin valor sentimental. De decoro, por el despelote en una piscina pública, carnes, chichas y pelos púbicos buceando, ni uno de todos ellos fue capaz de salir a mear fuera del agua. Y de educación al balbucear mil y una palabras groseras.

Nos dicen, los que realmente se merecen ganar el dineral que esta mierda de turismo produce que hace 35 años este lugar era inhóspito, todo selva, solo había serpientes y lagartos, y pensándolo bien se ha transformado en un lugar de gusanos, cerdos y muñecas de gominola.

Arjona estaba en lo cierto en su tema “si el norte fuera el sur”, pero se equivoca en algo, el sur ya es el norte, al menos en este punto de miseria del hombre moderno.



Cuentos.


La mujer cucaracha.

Vivía en la orilla del mar, los atardeceres los pasaba mirando el romper verdoso de las olas, su color esperanza. Regentaba un hotel decadente hoy pero vibrante en el pasado. Sentada en la silla de madera aguardaba el paso de algún turista. Sus ojos eran especiales, se ennegrecían, en las bolsas se le acumulaban huevas infectadas provenientes de la arena fina de la playa, el viento al soplar las transportaba a sus ojos y estos las acumulaban, no podía cerrar los párpados y los microbios se le enganchaban, así poco a poco sus bolsas se hacían mas grandes.

Los doctores intentaron convencerla, pero la gorda mujer cucaracha sabía desde muy pequeña como deshacerse de los insectos mas grandes para dejar hueco a los próximos. Su método era apretar en la bolsa con el dedo meñique y despacito el bicho se deslizaba por el globo ocular hasta caer.
Al principio los mataba, después intentó conservarlos metiéndolos en cajas, pero morían. Eran sus únicos compañeros, nadie se acercaba a ella, se sentía sola y averiguó su destino, cuidarlos.

El hotel se llenó de cucarachas y cada vez eran menos los turistas que dormían allí. Al cumplir los cincuenta años una pariente suyo interesada en heredar el hotel a su muerte la invitó a pasar unos días en Chiapa de Corzo, para hacer el recorrido en lancha por el Cañón del Sumidero, solo había salido del pueblo para hacerse pruebas en sus ojos y decidió que iría.

Montaron en la lancha con Pancho, capitán experto, y más turistas. Les mostró en una mañana de niebla baja el ecosistema del Parque Nacional, observó clases de aves nunca vistas, vegetación extraordinaria y lo que mas la impresionó fue el cocodrilo. Al parecer se quedó petrificada, conmovida y apesadumbrada la mismo tiempo, el criar insectos le gustaba pero la idea de tener un cocodrilo para ella, poder ser su madre la corrió por la venas y la llegó al corazón.

No aguantaba a las personas, las odiaba por no comprenderla, ella tenía un don y en el mismo momento que su prima la oprimía con palabras se tiró de la lancha. Pancho frenó, todos miraron al agua pero solo flotaban pedazos de madera podrida, desapareció cerca de la orilla, en una pared de piedra.

La búsqueda del cuerpo, con tan poca visibilidad por la niebla, era difícil. El tiempo mejoró tres días después, y muy temprano al cuarto día los servicios de emergencia siguieron drenando el río. Pancho dirigía la expedición comenzando siempre en el punto dónde la vio desaparecer. Ese día la visibilidad era perfecta y llegando al lugar, anclada en la pared de piedra una majestuosa catarata de cien metros resbalaba hacia la superficie del río. El perfil del musgo creado de la nada formaba un cuerpo gordo y desde debajo de lo que parecían dos ojos el agua manaba, para que antes de encontrar su fin se transformase en millares de mariposas.


La niña de rojo.

Nos perdimos, nos encontramos.
La niña en su bici vieja, a cada media pedalada el otro pie al suelo, el terreno no la deja continuar, está embarrado. Lleva zapatos negros, es delgada y viste un vestido rojo con encajes blancos en las hombreras, pudo ser de su bisabuela. La vemos de espaldas atravesando un maizal listo para su recolección. Sigue intentando avanzar. Los pavos gordos pisotean la tierra alrededor de la casa de madera destartalada. La niña no gira la cabeza al escuchar el motor, el pelo se mece con la brisa. Adiós niña.